La pobreza es un componente muy importante de la vulnerabilidad, pero no el único,
por lo que es errónea la identificación directa que con frecuencia se hace
entre ambas. Se trata de dimensiones diferentes, aunque la pobreza venga
frecuentemente acompañada del resto de componentes de la vulnerabilidad. La
vulnerabilidad no significa falta o carencia, a diferencia de la pobreza, que
es una medida descriptiva, y mucho menos compleja, de las necesidades o
carencias de las personas. La vulnerabilidad se refiere más bien a la
inseguridad y riesgo que se corre ante una posible catástrofe en particular. De
este modo, no tiene que ver sólo con las condiciones de la gente, sino con las
características de las posibles catástrofes. En otras palabras, una persona
puede tener niveles diferentes de vulnerabilidad según ante qué catástrofe,
pero no puede tener niveles diferentes de pobreza (Blaikie et al., 1994:61).
Al hablar de
pobreza nos referimos a la insuficiencia de recursos materiales para satisfacer
las necesidades básicas de la persona o de la familia, que pueden constar tanto
de los ingresos presentes como de las reservas acumuladas en el pasado (en
forma de dinero, alimentos, ganado, tierras, etc.). De este modo, las personas
con dinero u otros bienes materiales suficientes disponen de la capacidad para
satisfacer sus necesidades durante las crisis y de recuperarse tras ellas. En
el lado opuesto, las personas más vulnerables viven al borde de la subsistencia
y apenas producen excedentes, por lo que frecuentemente carecen de ingresos y
reservas suficientes con las que afrontar las crisis o el período de
reconstrucción posterior.
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