El grado de
inseguridad ante una posible crisis del sistema de sustento, o medio de
vida, de una familia es otro determinante clave de su vulnerabilidad,
independientemente de que proporcione habitualmente más o menos ingresos. Los
sistemas más inseguros son:
a) los más sensibles al impacto perturbador de
una catástrofe, y por tanto menos resistentes a las mismas.
b) los menos flexibles, esto es, con menos capacidad para recuperarse tras una
catástrofe; y c) los menos sostenibles o perdurables en el tiempo.
De
esta forma, determinados grupos ocupacionales (caso de los pequeños pastores y los jornaleros agrícolas), como consecuencia de los riesgos inherentes
a su actividad económica, suelen ser más vulnerables a las crisis que otros,
aunque habitualmente sean tan modestos o incluso más. Otra constatación
importante es que un sistema de sustento es más vulnerable en la medida en que
dependa de una o pocas fuentes de ingreso, por lo que un objetivo clave en los
proyectos para recuducir la vulnerabilidad consiste en diversificar tales
fuentes, de modo que la posible pérdida de una pueda compensarse con las otras.
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