Otro aspecto
esencial consiste en que la vulnerabilidad no es estática, sino dinámica en el
tiempo, esto es, puede aumentar o disminuir. Resulta por tanto imprescindible
que su análisis contemple la dimensión temporal. En primer lugar, aunque la
catástrofe sea repentina, la gestación de la vulnerabilidad ha podido ser fruto
de un largo proceso histórico (como algunas secuelas del colonialismo), si bien otras causas pueden encontrarse en procesos y circunstancias
más inmediatas (como una crisis económica). Por tanto, la vulnerabilidad
integra elementos del pasado y del presente.

La
vulnerabilidad puede incrementarse bien de forma prolongada o bien con rapidez
en función de que haya sobrevenido un tipo u otro de catástrofe. Hay
catástrofes de gestación lenta (las sequías frecuentemente duran dos o tres
años), y otras de aparición repentina (terremotos, huracanes).
Por otro
lado, el factor estacional es determinante para la vulnerabilidad de las
personas en las sociedades rurales tradicionales. Las estaciones del ciclo
agrícola tienen una gran incidencia en el nivel del consumo alimentario, del
ahorro familiar y del estado nutricional y sanitario. La vulnerabilidad es más
acusada en los meses anteriores a la cosecha, por cuanto las reservas que
quedan en los graneros son ya escasas o inexistentes, la consiguiente menor
oferta en el mercado eleva los precios de los alimentos (dificultando que los
pobres puedan adquirirlos), las familias tienen que reducir su consumo de
comida, y los cuerpos peor alimentados son más susceptibles de sucumbir a las
epidemias. Por tanto, una posible catástrofe tendría secuelas mucho más funestas
si se produjera en esos meses previos a la cosecha, escasos en recursos y
resistencia, que en los posteriores a ella, de relativa abundancia. Toda
intervención de ayuda debería tener muy en cuenta estas circunstancias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario