Diversos
rasgos de los comentados pueden confluir en una misma persona. Así, una mujer
anciana, pobre, sola, enferma y perteneciente a una minoría marginada, presenta
un perfil altamente vulnerable.
En conjunto,
las personas más vulnerables son aquellas que, debido a factores estructurales
de largo plazo, a procesos de corto plazo generadores de crisis o tensiones, y
a sus propios determinantes personales, tienen: su residencia en lugares con
una alta exposición física a las catástrofes; un acceso a los bienes básicos
escaso e inseguro (bienes productivos e ingresos reducidos, sistema de sustento
inseguro, derechos limitados); unos escasos recursos personales (salud,
educación), materiales (reservas, ahorros) y sociales (capital social, redes,
información) para hacer frente a la catástrofe; y un escaso peso político,
insuficiente para incentivar la necesaria protección por parte del Estado.
Todas estas condiciones les hacen menos capaces de afrontar los desastres sin
riesgo para sus sistemas de sustento o sus vidas, y de recuperarse tras ellos.
El enfoque
de la vulnerabilidad se ha expandido dada su gran utilidad. Primero, permite un
análisis rico y complejo de la situación de las personas y familias, teniendo
en cuenta no sólo su pobreza, sino otras dimensiones políticas, sociales y
sicológicas; y observando no sólo las necesidades puntuales, sino los factores
estructurales causantes. De esta forma, posibilita actuaciones que se centren
en los más vulnerables y que se ajusten específicamente a las causas
particulares de su vulnerabilidad, para lo cual resulta muy útil la elaboración
de mapas de vulnerabilidad donde se identifique quiénes son, por qué y
dónde están el estudio de la vulnerabilidad, como categoría dinámica,
proporciona un análisis de la evolución temporal de los procesos sociales, una
película en vez de un solo fotograma. Esto es esencial para poder evaluar la
gravedad y perspectivas de la situación, y para poder actuar a tiempo. Tercero,
hablar de vulnerabilidades implica tener en cuenta su reverso, esto es, que las
personas cuentan también con capacidades propias, que hay que tomar como punto
de partida.
En
definitiva, todo tipo de intervención, sea de desarrollo, mitigación, emergencia
o rehabilitación, debería orientarse a dos objetivos comunes: reducir la
vulnerabilidad y reforzar las capacidades de las personas, familias y
comunidades. Este doble principio es el eje que permite articular una adecuada
complementariedad de todas esas formas de trabajo, esto es, la denominada vinculacion emergencia y desarrollo, de forma que la ayuda no sea meramente paliativa
y tenga un impacto también a largo plazo.
Dado
que la vulnerabilidad presenta tantas dimensiones, su medición de su nivel no
es fácil. Sin embargo, un buen indicador de éste lo proporcionan las estrategias de afrontamiento familiares frente a las crisis, dado que existe
una correspondencia temporal entre el grado de vulnerabilidad que sufre una
familia o comunidad y las estrategias que llevan a cabo en ese momento: desde
las fáciles de asumir, cuando la vulnerabilidad es ligera, hasta las más
costosas, cuando la vulnerabilidad es extrema. De este modo, el análisis de las
estrategias y de su evolución cronológica nos ayuda a determinar cuál es el
grado de vulnerabilidad de quienes las llevan a cabo. Por ello, su estudio se
ha incorporado a algunos sistemas de alerta temprana, dedicados a recoger y
estimar datos con objeto de prever los incrementos de vulnerabilidad y la
gestación de desastres como, sobre todo, las hambrunas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario