martes, 9 de octubre de 2012

CONCLUSION


Diversos rasgos de los comentados pueden confluir en una misma persona. Así, una mujer anciana, pobre, sola, enferma y perteneciente a una minoría marginada, presenta un perfil altamente vulnerable.
En conjunto, las personas más vulnerables son aquellas que, debido a factores estructurales de largo plazo, a procesos de corto plazo generadores de crisis o tensiones, y a sus propios determinantes personales, tienen: su residencia en lugares con una alta exposición física a las catástrofes; un acceso a los bienes básicos escaso e inseguro (bienes productivos e ingresos reducidos, sistema de sustento inseguro, derechos limitados); unos escasos recursos personales (salud, educación), materiales (reservas, ahorros) y sociales (capital social, redes, información) para hacer frente a la catástrofe; y un escaso peso político, insuficiente para incentivar la necesaria protección por parte del Estado. Todas estas condiciones les hacen menos capaces de afrontar los desastres sin riesgo para sus sistemas de sustento o sus vidas, y de recuperarse tras ellos.
El enfoque de la vulnerabilidad se ha expandido dada su gran utilidad. Primero, permite un análisis rico y complejo de la situación de las personas y familias, teniendo en cuenta no sólo su pobreza, sino otras dimensiones políticas, sociales y sicológicas; y observando no sólo las necesidades puntuales, sino los factores estructurales causantes. De esta forma, posibilita actuaciones que se centren en los más vulnerables y que se ajusten específicamente a las causas particulares de su vulnerabilidad, para lo cual resulta muy útil la elaboración de mapas de vulnerabilidad donde se identifique quiénes son, por qué y dónde están el estudio de la vulnerabilidad, como categoría dinámica, proporciona un análisis de la evolución temporal de los procesos sociales, una película en vez de un solo fotograma. Esto es esencial para poder evaluar la gravedad y perspectivas de la situación, y para poder actuar a tiempo. Tercero, hablar de vulnerabilidades implica tener en cuenta su reverso, esto es, que las personas cuentan también con capacidades propias, que hay que tomar como punto de partida.
En definitiva, todo tipo de intervención, sea de desarrollo, mitigación, emergencia o rehabilitación, debería orientarse a dos objetivos comunes: reducir la vulnerabilidad y reforzar las capacidades de las personas, familias y comunidades. Este doble principio es el eje que permite articular una adecuada complementariedad de todas esas formas de trabajo, esto es, la denominada vinculacion emergencia y desarrollo, de forma que la ayuda no sea meramente paliativa y tenga un impacto también a largo plazo.
Dado que la vulnerabilidad presenta tantas dimensiones, su medición de su nivel no es fácil. Sin embargo, un buen indicador de éste lo proporcionan las estrategias de afrontamiento familiares frente a las crisis, dado que existe una correspondencia temporal entre el grado de vulnerabilidad que sufre una familia o comunidad y las estrategias que llevan a cabo en ese momento: desde las fáciles de asumir, cuando la vulnerabilidad es ligera, hasta las más costosas, cuando la vulnerabilidad es extrema. De este modo, el análisis de las estrategias y de su evolución cronológica nos ayuda a determinar cuál es el grado de vulnerabilidad de quienes las llevan a cabo. Por ello, su estudio se ha incorporado a algunos sistemas de alerta temprana, dedicados a recoger y estimar datos con objeto de prever los incrementos de vulnerabilidad y la gestación de desastres como, sobre todo, las hambrunas.

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