El concepto
de vulnerabilidad ha penetrado con fuerza desde hace unos años en las ciencias
sociales y, en particular, en el campo de los estudios sobre el desarrollo. Ha
realizado así una importante contribución a una mejor y más amplia comprensión
de la situación de los sectores sociales desfavorecidos y de los motivos de
ésta. Se ha convertido en un fértil instrumento de estudio de la realidad
social, de disección de sus causas profundas, de análisis multidimensional que
atiende no sólo a lo económico, como puede hacer la pobreza (al menos en un visión clásica),
sino también a los vínculos sociales, el peso político, el entorno físico y
medioambiental o las relaciones de genero, entre otros factores. Como dice
Bohle (1993:17), mientras que la pobreza se puede cuantificar en términos
económicos absolutos, “la vulnerabilidad es un concepto relacional y social”,
que depende de las contradicciones y conflictos sociales.
Por tanto,
es un concepto esencial para poder diseñar y orientar adecuadamente las
políticas públicas en materia de desarrollo socioeconómico, así como las intervenciones
de acción humanitaria o de cooperacion para el desarrollo.
Convencionalmente, los desastres se
han interpretado (y algunos siguen haciéndolo así) como eventos excepcionales,
inesperados, consecuencia directa de factores naturales (meteorológicos,
medioambientales o demográficos), y sin relación causal con los procesos
sociales, con la vida diaria. Ese enfoque natural se ha complementado además
con otras explicaciones centradas en una supuesta mala gestión de los recursos
naturales por parte de las víctimas (sobre cultivo, sobrepastoreo, tala abusiva
del bosque, debido a su ignorancia o a un
comportamiento irracional.
Sin embargo,
desde los años 70 y, sobre todo, los 80, frente a dicho enfoque natural
comienza a desarrollarse otro de orientación social. Esta visión, aunque
no niega la importancia de las catástrofes naturales como activadores de los
desastres, pone más el acento en el estudio de las estructuras y procesos
socioeconómicos de desigualdad y pobreza como causantes de la vulnerabilidad,
entendido como el caldo de cultivo que posibilita los desastres. Los desastres
son vistos así como consecuencia de las condiciones de la vida cotidiana, no
como fenómenos al margen de ésta; como resultado de determinado modelo de
desarrollo, más que como la ausencia o la interrupción de éste.
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